domingo, 3 de julio de 2011

Prometeo Peter Paul Rubens (1612). Museo de Arte de Filadelfia

Aquel invierno fue muy crudo, y los pueblos de la Tierra, sin el calor de las hogueras, morían de frío.
Prometeo, hijo de titanes, sintió pena por ellos. Consciente de los peligros que corría, robó el fuego a Zeus y lo llevó a la Tierra.
Zeus, enfurecido, ordenó a su hijo Hefestos que encadenara a Prometeo en lo alto de un peñasco, donde cada día llegaría un buitre a arrancarle las entrañas en medio de espantosos dolores, y donde cada día las entrañas de Prometeo volverían a renacer.

Los hombres, poseedores entonces de la luz del fuego eterno, eran muy felices, lo cual incomodaba a Zeus, por lo que éste ordenó al artesano divino Hefestos que creara a Pandora para ser enviada a los hombres en carácter de condena. Hefesto la modeló con arcilla y lágrimas. Para tornarla atractiva cada divinidad le otorgó un don, de ahí su nombre Pandora ("todos los dones"). Ordenó a los orfebres del Olimpo que construyeran una formidable caja que serviría de dote para que Pandora se desposara con Epimeteo (también hijo de titanes). Una vez concluida la mujer se la ofreció a Epimeteo junto a la caja que contenía todos los males del mundo

Epimeteo y Pandora vivirían entre los hombres, en un ambiente de infinita felicidad, con la condición de que nunca abrieran la caja que contenía tesoros incomprensibles para los hombres. Zeus confiaba en que la inefable curiosidad femenina empujaría a Pandora a abrir la caja, lo cual presumiblemente ocurrió, liberando no tesoros, sino todos los males como la muerte, la peste, el hambre y la guerra, hasta entonces desconocidos por los hombres, con los que Zeus se vengaba de la humanidad por usar el fuego de los dioses. Cuando Pandora se dio cuenta de lo que había hecho cerró la caja pero en el fondo quedaría únicamente la esperanza, con la que los hombres se consolarían.

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